viernes, 15 de agosto de 2014

Capítulo 6 - El mar infinito



El mar infinito

 


En la proa de una embarcación picuda y afilada, con el casco recubierto de escamas moradas; está Hyoung  tiene los rasgados ojos negros clavados en el pequeño muelle de atraque en  una pareja de mujeres que están esperando a que les tiren una cuerda para poder amarrar la nave.

Después de atar y dejar sujeto el barco, uno de los marineros tiende una pequeña e inestable pasarela por la que desciende la tripulación.

En primer lugar va Hyoung, el maestro de comercio, un hombre de baja estatura y dos líneas que forman unos ojos desafiantes, tiene la piel oscura y con aspecto correoso, tras él van cuatro hombres, dos de ellos portan un par de sables de exquisita elaboración y hojas brillantes y pulidas, hombreras echas con el caparazón de algún animal marino y unas pesadas capas del mismo material que recubre el casco del barco. El resto llevan entre los dos, un arcón sujeto por dos barras de madera que apoyan sobre sus hombros.

-¿Cómo ha ido el viaje Hyoung? ¿De dónde venís? Dice una de las chicas que se acerca a saludarle dándole la mano con frialdad y ninguna cortesía.
-Muy bien. Ya sabes que eso no puedo contestártelo, pero nosotros vivimos en el mar, así que la respuesta carece de significado.
-Bueno, no vamos a tardar mucho en llegar. ¿Tendrás ganas de acomodarte?
-En tierra no puedo estar cómodo.
Un vehículo de madera y algunas piezas de metal, espera haciendo un sonido rítmico de pequeñas explosiones. Una conductora está sujetando las palancas que parecen de alguna forma accionar el mecanismo que permite a la maquina moverse.

Se sientan en el interior de un pequeño habitáculo con dos bancos que está sujeto a la parte trasera de la máquina.

Después de un corto trayecto cruzando unos jardines, llegan a una casa de varias plantas aún sin terminar donde están marcando la piedra para crear formas geométricas. El grupo deja el transporte atrás y se dirigen a la puerta del edificio.

Hay un grupo de Esker mayores, esperando en una estancia decorada con madera tallada y una gran mesa de mármol jade, los guardias corsarios entran y se quedan de pie al lado de la puerta, mientras entran el pesado bulto que dejan en una esquina de la estancia, luego los porteadores se marchan con las guías, finalmente solo quedan el jefe de comercio y las ancianas del consejo.

-Espero que tengáis a la chica en perfectas condiciones. Dice el comerciante.
-Por supuesto, no te andas con rodeos, como de costumbre. Contesta la mujer que se sienta frente a él.
-Quiero pasar el mínimo tiempo indispensable entre vosotras. Bien, la última vez que hablamos me hablasteis de ciertas necesidades en piedras de cobre. Conozco perfectamente la dificultad que estáis teniendo para conseguir ciertos lujos de minería.
-Estás diciendo que no va a ser un trato agradable. Murmura la que parece más anciana.
-¿Qué nos has traído Hyoung? Dice una voz desde una esquina de la habitación, mientras trae una bandeja con tazas de té
-Abrid el cofre y veréis de que se trata.
-¡Aquí no hay ni la mitad de lo que pedimos! ¿Qué quieres? ¿Te damos la mitad de la chica? Dice la mujer que ha dejado la bandeja después de mirar el interior.
-No os preocupéis, el resto será entregado cuando tengamos la carga asegurada en nuestra nave. Pero no son las cantidades acordadas. Hemos llegado a reunir dos tercios de vuestras peticiones.
-Antes no tenías problemas para dejarnos satisfechas Hyoung.
-Antes no habíais empezado esta extraña y salvaje política. Ahora los cazadores de Ptelorax  atacan nuestras naves de comercio. Nunca los habíamos visto cazar por el mar infinito. Apenas dejáis a las tribus recolectar y empiezan a estar armados y organizados. Los hombres del norte ven mucho más complicado robar a estas tribus y ahora vienen directamente a robarnos a nosotros al mar. Lo que falta es responsabilidad vuestra.
-Tendrás que compensarnos de alguna forma.
-Botellas de licor Hardariano. 

El comerciante se levanta y abre un cajón en el que hay media docena de botellas azules decoradas con hilo de un material plateado formando imágenes de animales marinos.

Después de una sesión de palabras cruzadas en un ambiente enrarecido, la puerta se abre y entra una pequeña y oscura jaula de barrotes anchos, dentro hay un cuerpo femenino parecido al de una pantera, con los ojos desafiantes mirando fijamente a las mujeres sentadas alrededor de la mesa, piensa y siente que son ratones y si en algún momento tuviera una sola oportunidad de escapar no dejaría a ninguna con vida. Sería rápido y no tendrían tiempo de respirar ni gritar antes de que les arrancara la tráquea a todas y cada una de ellas. Las cazaría como pequeñas presas asustadizas, viejas y acorraladas. Ahora solo tiene una opción, esperar.

Hyoung se acerca, inclina el cuerpo hasta situar su cara frente a la de ella y le pregunta:
-¿Cómo te haces llamar niña?
-No quiere hablar, se llama Nahomi no se aún como piensas que te será de utilidad pero nosotras, la verdad, es que preferimos tenerla lejos. Contesta una voz al fondo de la sala.
-Bien, no la quiero por su voz. Llevadla al barco, y allí recogeréis el resto del cargamento.

Un grupo compuesto por los hombres del mar, dos ancianas esker, una pareja de guardias de alto rango, armadas con pistolas lanza estacas y otras dos reclutas de bajo rango que llevan la jaula salen del gran edificio, pero esta vez por una puerta diferente situada en la parte trasera oculta entre la maleza de un jardín mal cuidado.

Llegan al final del jardín y encuentran tres bestias de carga, unos reptiles bípedos con la cabeza recubierta con una capucha de cuero que cubre los ojos y las fauces,  con correas que sirven para asegurar la capucha y dirigir al animal, en el lomo llevan una pequeña silla de montar con un par de salientes a cada lado. Tienen la cabeza bastante grande comparada con el resto del cuerpo y miden como tres hombres.

 Esperan tumbados a que el grupo llegue; sujetan la jaula mediante cadenas a uno de ellos aprovechando los salientes en cada lado de la silla de montar. Invitan al Maestro del Comercio a montar, que reclina la invitación con un movimiento rápido de cabeza.
Después de varias horas, el grupo llega al barco, dos corsarios entran y sacan otro arcón exactamente igual que el ya entregado, después de ser revisado por las Esker de mayor rango lo sujetan a uno de los Hardariano.

Hyoung acercándose a las ancianas, hace un movimiento con la mano y dice:
-Bueno, está todo lo acordado. La llave por favor.  Mientras dos corsarios se acercan a la jaula.
-¿Vas a soltarla? No pensamos quedarnos aquí mientras lo haces. Te rogamos que no abras hasta que hayamos desaparecido. Esta perra tiene ganas de arrancarnos la cabeza a mordiscos.
-Así se hará. Como ya sabéis en unos meses estoy de vuelta.
El grupo de Esker se va alejando transformándose en pequeños puntos y desapareciendo tras la arboleda.
-Abrid la jaula. Que suba al barco por su propio pie.

Después de abrir la jaula, Nahomi sale erguida y orgullosa, por un momento piensa en huir y perseguir a sus captoras, pero sabe que algunas guardias pueden estar ocultas cubriendo la vuelta.  Lleva los codos atados con una correa aunque no tardaría mucho en romper las correas y liberarse.
La conducen hasta la barca. Uno de los marineros suelta la cuerda que asegura la embarcación  y  se tira al agua, nadando llega y sube sin ayuda. Puede ver como se aleja de la costa. Nunca ha navegado, nunca ha estado encima de una embarcación como esta. Parece grande y segura, está sentada mirando y al rato la perspectiva le permite ver algunas edificaciones donde alguna vez vivió y que ha defendido toda su vida. Le dan agua, le dan pescado salado, lleva días sin comer, tiene un olor y una textura que le resultan desagradables pero tarda segundos en devorarlo.

Hyoung se acerca a ella, le suelta las correas. Y le dice:
-Date la vuelta creo que esto puede impresionarte.

Gira y ve una gran estructura, más grande que cualquiera que haya visto en tierra firme. Es mucho más grande que el edificio principal de su ciudad. No puede contar los pisos que tiene, pero estando aún lejos de ella ve otras barcas como la suya alrededor, revolotear como abejas en una colmena.

Capítulo 5 - Resistencia



Resistencia

 


Emma ha dejado a Jhená en el montacargas y ahora se dirige con paso firme hasta la habitación donde se encontraba la fugitiva, al llegar da un portazo que rompe unos pequeños cristales cuadrados que hay en la puerta y se aleja corriendo hasta la alarma del pasillo, al bajar la palanca todas las luces del recinto se encienden y un ruido de campanas resuena en kilómetros a la redonda. En minutos, ve guardias corriendo de habitación en habitación hasta que se encuentran con ella y le preguntan.
-¿Eres tú la que has hecho saltar la alarma Emma? Dice una de las guardias.
-He llegado a ver el vendaje de la cama 42 y no estaba, el resto de camas de su habitación ya estaban vacías. ¿Cómo se les ocurre? No era una chica normal, pero nadie ha avisado de nada.
-¿Has preguntado al resto de enfermos o de enfermeras? Alguien ha tenido que ver u oír algo, no parecía precisamente una persona silenciosa.
-¡Le han tenido que ayudar, estoy segura!
-No podemos quedarnos aquí, tenemos que hacer un barrido por toda la planta. Dice la otra guardia.
-Voy a revisar la cocina y el almacén, no andarán muy lejos. Dice la enfermera mientras se aleja a paso rápido.
Entre la oscuridad sentada en una mesa de madera, Jhená escucha atenta a sus nuevas camaradas sintiéndose mareada por la cantidad de información que tiene que asimilar entre el shock del violento asesinato que vivió hace poco más de un día.
-No podemos estar toda nuestra vida dependiendo de unos seres que nunca han conocido otra cosa que el pragmatismo tecnológico, el consejo lo componen personas sin escrúpulos que nunca han pensado en nosotras y en nuestra verdadera naturaleza, solo piensan en que es mejor para una cultura inventada por ellas y para ellas. Dice Aral.
 -Pero vivimos bien, en armonía, no hay guerras, no nos falta la comida y tenemos comodidades.
 -Pero la vida no es solo eso, no tenemos capacidad de elegir, no es solo una cuestión de hombres o mujeres. Muchas de nosotras sienten amor sin haber conocido nunca a un hombre. No, no es solo eso… son años de mentiras y de estar entre estas murallas. Dice Aenha.
 -Las murallas están para protegernos de los barbaros, tribus salvajes de hombres que parecen animales que quieren hacernos daño y esclavizarnos como hacen entre ellos.
-¿Piensas que todos los seres de este mundo son así? Dice Aral. Los hombres salvajes viven en castas tribales durante siglos, no han conocido otra cosa, no están civilizados. Pero la culpa es de sus amos, nosotras hemos capturado muchos esclavos y hemos visto como aprendían y como eran buenos cono nosotras, alguna incluso nos hemos enamorado.
-Solo las más cercanas al consejo tienen derechos de procreación. Neah era una de ellas, nunca me habló de amor, amaba a su hijo y lo mataron, y a ella también y yo estaba allí y no puedo quitármelo de la cabeza. Dice Jhená entre llantos, apretándose los brazos hasta clavarse las uñas.
-¿Y eso te parece humano? Qué clase de personas somos, nos hacemos llamar “civilización” y matamos a nuestros hijos. Replica Aenha. – Ahora tenemos que irnos de aquí, ya sabes… estamos gestando un nuevo ser, somos las madres de una revolución contra nosotras mismas. Algunas permaneceréis ocultas, ya no sois de fiar. Otras vivirán entre las demás pasando desapercibidas por el resto, buscando otras Esker con detalles de humanidad y humildad.
Se levantan las tres y salen de la oscura estancia, suben por unas escalerillas hundidas en la piedra y abren una pequeña trampilla, Jhená sale la última, ve a alrededor una tupida maraña de vegetación oscura, arañándose con zarzas y ramas es guiada hasta una brecha donde agachadas  logran colarse a un corredor de piedra que les lleva a una sala donde hay una cama, una estantería con libros, un par de jarras y una cesta de fruta y otra de carne seca ahumada y salada.
-Esta será a partir de ahora tu casa, tienes un mapa con su localización debajo del arcón al lado de la mesa. No te recomiendo que te alejes mucho, solo lo básico por si te falta algo. Aun así alguna de nosotras se acercará cada dos días a traerte lo que necesites. Tu única misión ahora es esperar y descansar antes de que todo esto estalle.
Ha conseguido descansar unos días, las heridas han dejado algunas marcas en su blanco cuerpo y ha cortado sus rizos dorados hasta dejarlos a la altura de los hombros. Abre la puerta y sale fuera, hoy es día de visita, los ojos verdes brillan como esmeraldas al darle los rayos del sol de la mañana, respira profundamente y ve como una pequeña silueta se acerca a ella, vestida de impoluto blanco que deslumbra al sol.
-¿Tú eres la chica que me despertó y me llevó al montacargas? ¿Verdad?
-Sí, exacto. ¿Cómo te encuentras? Te veo nueva. Dice Emma con una dulce sonrisa.
-Bastante mejor, las visitas me han mantenido distraída y me ha dado para pensar y asimilar todo lo ocurrido.
-Incluso te veo con más energía, ¿Estás preparada? Vamos a la reunión semanal.
En el centro de una sala enorme en una casa circular de madera, sin estancias completamente diáfana, sentadas hay docenas de mujeres atentas y  en el centro; una líder de mediana edad y piel oscura de ébano está hablando, explicando los distintos niveles que componen la Gran Casa del Pueblo. Cada semana se reúnen unas horas y escuchan todos los secretos y ven mapas sobre todas las estructuras que componen su poblado, preparándose. 
-¿Quién es? Parece mayor, ¿Cómo es capaz de saber tant? Jhená le pregunta a Emma que ahora está sentada a su lado.
-Ella lo empezó todo, no sabemos muy bien porque. Fue una gran soldado, desde joven luchó, llegó a ser teniente; el consejo piensa que la mataron los hombres libres del norte o que está capturada. 

Algunas de sus compañeras dicen que fue capturada por los corsarios del mar infinito y que estuvo viviendo entre ellos más de diez años. No suele hablar de su pasado, aunque cuenta detalles del mar y de otras costas.

miércoles, 6 de agosto de 2014

Capítulo 4 - Conviviendo

 

Conviviendo



El sol empieza a ocultarse tras los picos de las montañas del oeste, Ukko tiene una mano apoyada en una pared bastante lisa en la entrada de su nuevo hogar, desde que está aquí no deja de mirar el horizonte desde la altura, mira las escarpadas cimas y como están pintadas de blanco y la espesa selva que se extiende hasta donde alcanza su vista. Ahora va vestido con algunas pieles grises que le han prestado, el frio de la montaña le resulta extraño y reconfortante, ya no tiene bajo sus pies suelo volcánico poroso, piedras ardientes, lluvia de ceniza, ni guardias, ni compañeros.

Cuando entra ve las sombras titilantes producidas por el gran fuego central del hogar y oye las voces de los adolescentes cocinando y los niños jugando y los adultos discutiendo. Conforme llega a la estancia principal Erbook gira la cabeza y fija su mirada en él, cesa la conversación que mantenía con dos cazadores y se dirige hacia él.

-¿Estás cómodo? Supongo que es fácil adaptarse a una vida libre y sin castas. Le dice el cazador.
-Es increíble, como ir a un mundo nuevo.
-Es el mismo mundo, no lo puedes olvidar.
-Nací en la selva, me crie en la selva, cortando árboles, minando el suelo, defendiéndome de vosotros. Ahora no entiendo nada.
-Tus amos se defendían de nuestros robos y os usaban a vosotros, no tenemos nada en contra vuestra, ni siquiera en contra de vuestros amos. Pero necesitamos muchas de las cosas que vosotros recolectáis aquí es casi imposible encontrar suficiente madera o piedra de hierro.
-Es más fácil robarla ¿Verdad?
-Es más fácil robarla. Sin duda. Aunque a vosotros no os robamos nada, solo la vida cuando no hay otra opción. Además no podemos comerciar, no tenemos con qué.
-¿Cuál es mi función aquí? No sé hacer nada.
-Aprenderás a montar como los demás y nos acompañarás en las salidas. Nos hacen falta hombres, no somos muchos y aunque hay otros clanes, raramente nos unimos. Ahora siéntate con algún anciano, para nosotros, aún sabes menos que un niño.

Ukko se sienta junto a un niño que le hace burla, puede contar seis niños entre ellos no puede distinguir su género, sin apenas inmutarse un anciano de cicatrices marcadas cuyo nombre cree recordar es Farak, dicen que tiene más historias que recuerdos. La conversación está ya empezada, lo que hace que se deje llevar sin cuestionar demasiado lo que oye.

-          No más de tres o cuatro días escondidos pasamos en el refugio de las laderas. Sí, antes nos permitíamos el lujo de vivir cerca de la espesura a mucha menos altitud, teníamos refugios construidos de madera en la piedra y la caza era bastante más fácil. Estábamos cuatro de los que hoy solo tres se sientan a comer encerrados en uno de nuestros pequeños altares donde rendíamos respeto a Los Antiguos, no era habitual estar arrodillados perdiendo el tiempo, pero de vez en cuando había que dar las gracias. A mi especialmente me aburría, así que solía hacer más guardias que los demás. Un día pude ver por una pequeña ventana junto a la pared de piedra, justo cuando mis compañeros se arrodillaban para empezar con sus rezos, como un grupo de cinco Esker armadas y vestidas con telas limpias y brillantes se paraban justo delante de la entrada.

>>Una de ellas, de piel negra con un lateral de la cabeza rapada y el resto del pelo largo hasta la cintura, de actitud y  mirada felina, estaba adelantada unos pasos al resto de grupo y nos pidió que saliéramos, éramos jóvenes, muchos habían ido con ellas antes pero nunca habían vuelto.
 
>>Siempre que podían alguna de sus líderes se sentaba a hablar con nosotros, para explicarnos la maravilla del mundo que estaban construyendo en el que necesitaban hombres sanos y fuertes que vivieran con ellas. Al principio muchos se fueron, con el tiempo no volvían y nadie más quiso ir. Y empezaron a hacer violentas incursiones en las que mataban y capturaban a algunos de nosotros. Por aquel entonces, pudimos mandar exploradores que las seguían hasta el oeste, donde vivían en casas de piedra blanca tallada y decorada, con suelos de hierba y jardines. Alrededor de donde tenían sus núcleos estaban levantando una muralla, pero nunca veíamos hombres entre ellas, trabajando o paseando, ni en casas, ni en ningún sitio.

>>Después de unos gritos de advertencia, desaparecieron en la sombra. Nosotros estábamos armados con espadas, jabalinas, hachas, escudos y no éramos precisamente débiles. En ningún momento pensamos en abrir la puerta y rendirnos. Así que esperamos, no se había puesto el sol cuando la puerta saltó en pedazos después de una explosión que nos hizo silbar los oídos, algunos trozos de madera se clavaron en mi cara y en mi cuerpo, de entre el polvo y el humo, aparecieron dos que dispararon estacas que se clavaron en el escudo de algún compañero, recuerdo saltar sobre esas dos y cortar el brazo de una de ellas mientras otra me cortaba la pierna, pude sentir como una jabalina me adelantaba a un palmo escaso de la oreja y se clavaba en el pecho de otra asaltante. La de piel oscura, la líder, disparó su pistola de salvas y destrozó el pecho de otro compañero. Que una de ellas recogió del suelo y desapareció con él; era Ferk que desde entonces falta en nuestra mesa a la hora de comer. 

>>No recuerdo muy bien como terminó todo, pero cuando me quise dar cuenta, no estaban habían desaparecido, no las vi ni alejarse y en el suelo quedaba el anciano Jorak con dos cortes en el pecho y una estaca en el hombro con el anciano Korel intacto intentando tranquilizarlo. Yo estaba exhausto, mareado y desorientado. Salí fuera a ver si podía seguir su rastro, pero un grito desde el fondo del refugio hizo que volviera con ellos.

Mientras Ukko iba oyendo la historia iba buscando la silueta de los protagonistas,  al cruzar la mirada con Erbook este que estaba sentado junto a la fragua se levanta y se acerca a él. Indicándole a dos ancianos, uno que estaba al fondo sentado solo preparando un cuchillo de caza le dice:

–Ese es Jorak, Korel es nuestro curandero, está en la estancia de Elah, parece que ha tenido un accidente con el arco esta mañana. Dice Erbook.

lunes, 7 de julio de 2014

Capítulo 3 - La civilización Esker



La civilización Esker



Neah tiene su delgado cuerpo agachado sobre el poco profundo arroyo, los ojos llenos de lágrimas, bajo una discreta melena negra que descansa a la altura de sus hombros,  apenas puede ver y pensar; en sus manos sujeta un pequeño bulto del que salen suaves gemidos. Hace cuatro días que tuvo un hijo, un varón, si no es capaz de deshacerse de él, el resto de Esker acabarán con él, lo eliminarán como han estado haciendo por generaciones. Jhená  está a su lado, ha sido siempre una mujer serena, capaz de calmar cualquier situación con solo su presencia.
- Qué crees que pasará ahora con él, nunca hemos descubierto donde acaba todo esto, dice Neah
- Bueno, no tenemos otra opción, sabemos que aquí no sobrevivirá. Te matarían a ti y al bebé si lo encuentran
- ¿Y no podríamos salir de las murallas, llevarlo con nosotras y dejarlo cerca de alguna tribu o cerca de algunos hombres?
- Sabes que no, nos registrarían y no es fácil esconder tres kilos de cariño suave y llorón
- Entonces… ¿Qué? Lo suelto aquí sin más, encima de cuatro tablas y no volvemos a pensar en él
- Nadie te ha dicho que no vuelvas a pensar en él, creo que es lo único que vas a poder hacer
En el rio esperan nerviosas unas cuantas tablas, simulando entre una cuna y una pequeña barca con el tamaño justo para llevar dentro al bebé. Una salva disparada a escasos metros impacta sobre la pequeña balsa arrancándola de las manos de Jhená, transformándola en  algunos trozos de madera que se clavan en sus brazos blancos y los tiñen de rojo. El niño rompe a llorar, se giran aterrorizadas y ven a dos siluetas; una lleva un pequeño mosquete de boca ancha, la otra sostiene en lo alto una pistola de estacas.
Las dos guardias Esker ven como temblando Neah sujeta al bebé contra su pecho y Jhená la abraza entre sus brazos y pueden ver la desesperada mirada de una madre entre rizos dorados brillando al sol. Una de ellas, la que lleva la pistola, lleva emblemas de teniente en la solapa del uniforme, se acerca a ellas y se agacha flexionando las rodillas hasta ponerse a su altura.
-¿Sabéis que ocurre ahora verdad? Les susurra la guardia.
-¡No, no podéis! ¡Es inhumano, como voy a consentir que le hagáis daño a mi bebé! Dice Neah mientras Jhená rompe a llorar.
-No os preocupéis, lo haré rápido, es mi trabajo y se hacerlo bien. Dice la teniente.
De un manotazo separa los dos cuerpos, quedándose la chica de pelo dorado tumbada sobre su espalda mirando entre llantos, apuntada y advertida desde lo alto para que no se mueva. De un tirón ágil y rápido, la teniente arranca el bebé de manos de su madre y lo sumerge en el agua con una mano, mientras con la otra le dispara una estaca que atraviesa la cortina del oscuro flequillo y se clava en la frente.
 Jhená salta hacia ella pero una salva impacta sobre su hombro que  la desvía haciéndola caer sobre el rio. La guardia que ha disparado, se acerca y le pisa el vientre, dejándole apenas que pueda sacar la cabeza para respirar. Al poco rato, ve como la corriente se lleva el pequeño cuerpo del bebé inerte.
-Engrillétala, llévala a enfermería, que le curen eso antes de llevarla al consejo para ser juzgada. Dice la oficial mientras se incorpora.
Entre pequeños esbozos de llanto, es puesta de pie y engrilletada con las manos a la espalda. Jhená se aleja y echa una última mirada al cuerpo sin vida de su amiga de la infancia. Cruzan un pequeño bosque de árboles de mediana altura y llegan a una extensión de hierba donde sopla una tranquila y agradable brisa que silva entre las hojas, donde hay un camino con pequeñas piedras que forman un mosaico. 
Una estructura de madera con algunas partes metálicas espera  paciente, con una jaula en la parte trasera. De un empujón Jhená entra en el habitáculo de barrotes y se sienta en el suelo; mientras las militares suben al vehículo que se tambalea y chirría, la guardia de menor rango da un fuerte tirón de un cable que produce un sonido ronco desde las entrañas  del vehículo y una vibración regular inunda todas las piezas.  Comienzan a circular siguiendo el camino de mármol y unas horas después llegan a unos jardines; desde la parte trasera ve como se alejan las verdes jardineras y los colores de las flores plantadas formando series de figuras ordenadas.
Unas cuantas Esker caminan dialogando tranquilamente alrededor de la gran Casa del Pueblo, un edificio de 3 plantas con fachada de color blanco impoluto y formas geométricas que simulan figuras humanas femeninas. Al parar la hacen bajar del carro de vapor y cruzan una pequeña puerta, dentro dos sanitarias esperan y preguntan:
-¿Qué ha pasado?
-Aquí te la dejo, se ha ganado un puñado de metralla en el hombro. Cuando le tapéis la herida, ponedla en cautiverio. Está detenida. Dice la oficial.
La joven cuidadora mira con sus ojos verdes  a los ojos grises y fríos de la teniente que aparta la mirada y se gira dando la espalda.


-Despierta, Jhená despierta, vamos. Oye que le susurran al oído, Está tumbada en una camilla reposando las heridas lo que las pesadillas le permiten. Se incorpora empapada en sudor y ve entre sombras que la compañera de la sanitaria que le ha curado las heridas del hombro está junto a ella.
-¿Qué estás haciendo, Emma? Sabes que te puedes meter en un lio y no tenemos donde escondernos.
-No vas a ser la primera ni la última que ayude a salir de aquí. Además una vez juzgada sabes que sería casi imposible volver a verte.
-Tu solo cállate y sígueme. Ahora tú mejor que ninguna debe salir de aquí y ver que está pasando.


Una vez de pie, camina descalza siguiendo a la sanitaria que la guía entre la oscuridad hasta un hueco cuadrado a media altura en la pared en el que la chica herida se mete agazapada. Después de girar una pequeña palanca la plataforma baja lentamente, cuando llega abajo alguien abre la trampilla desde el otro lado y ve un par de siluetas que le ayudan a salir del montacargas, una de las figuras gira de nuevo la palanca y la plataforma se mueve.
-¿Qué pasa con Emma? ¿Ella no baja?
-No te preocupes, ella se quedará para denunciar tu desaparición. Ahora síguenos y no hagas muchas preguntas.
Después de casi una hora de camino por unos pasillos oscuros donde el sonido de sus pasos rebotan, llegan a una puerta que cierran tras de ellas girando una llave 4 veces. Y encienten una pequeña bombilla que cuelga del techo.
Jhená puede ver una chica de melena castaña y rizada, con curvas femeninas muy marcadas y ojos grandes de mirada viva y su compañera, una chica menuda de pelo rojo y flequillo recto sobre unas pequeñas lentes que decoran una ovalada cara de adolescente inteligente.
Se sientan en unas sillas rústicas instaladas alrededor de una mesa ovalada de madera.
La chica de melena castaña dice:
-Soy Aenha y ella es Aral y lo que vamos a decirte ahora mismo va a cambiar nuestra historia y el futuro de nuestro pueblo.